Pasar unas horas con gente de otras ciudades españolas, de otros países europeos y de hasta otros continentes, me ha inyectado la misma sensación que tenía cuando estaba de Erasmus, o la que tengo cada vez que viajo y me muevo por apasionantes tierras ajenas y desconocidas. Ahí soy yo la extranjera, la que tiene que encontrar el modo de expresar exactamente lo que siente, pero en un lenguaje distinto. La que tiene que adaptarse a la cultura, aprender y comprender las costumbres. La que se fascina con cada característica del país. La que se detiene ante cualquier calle para retener ese instante en su memoria, de por vida. Viajad, viajad y viajad. Comprenderéis, comprenderemos, que no estamos en posesión de la única verdad. Que formamos parte de un inmenso mundo en el que somos algo diminuto, aunque valioso. La diversidad mundial es maravillosa. Maravillosísima.
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