viernes, 26 de marzo de 2010

Un bautizo sin nombre.

Jamás he querido aceptar que exista una sola cosa que no pueda expresarse con palabras. De mejor o peor modo, siempre he procurado decir exactamente lo que quería decir. Pues bien. Como suele ocurrir, siempre hay una primera vez para casi todo. Es chocante, cuanto menos, no encontrar palabras poco convencionales que estén a la altura de lo que se quiere expresar. Todo lo que se pasa por la cabeza, a pesar de que posea cierta belleza estética, no es más que mediocridad. No existen adjetivos lo suficientemente superlativos para definir lo que trato de definir. No encuentro comparaciones posibles.
Aun así, el balance que hago de esta situación es netamente positivo. Sería demasiado fácil y poco interesante poder poner nombre a las causas de cada latido. Demasiado aburrido etiquetar con una palabra cada concreto detalle de la globalidad del sentimiento. Palabra que, ni estaría al nivel de lo que representa, ni tendría la mitad de su fuerza. Todo sirve de aprendizaje, para bien o para mal. Ahora acepto, ahora ya sé que ciertas cosas nunca podrán ser expresadas del mismo modo ni en el mismo grado en que son sentidas.

lunes, 22 de marzo de 2010

Finally realizing.


La mente envía órdenes que resultan automáticamente desobedecidas por los ojos, quienes a su vez, prohíben a la mirada desviarse. Incapaz, por tanto, de mirar en otra dirección. Dos pequeñas pero intensas ventanas dejan ver lo nunca visto, atrayendo la atención hacia ellas debido a las lanzas punzantes que las cubren y rodean. Pura magia si el brillo de su filo decide reflejar la luz en ti. Tan mágicas como ese sabor que irremediablemente produce adicción desde el primer instante en que es probado, o las perlas que alberga en su interior, del color de la luna. La superficie, la base, suave, ligeramente perfecta, tendría total capacidad de hacer caer naciones, de provocar prematuros cambios de estaciones, de detener durante años el tiempo, de vaciar océanos. De causar, junto a ventanas, lanzas e inigualable sabor... frenetismo cardiaco.

domingo, 14 de marzo de 2010

Desaprovechando talento.

Recuerdo en un día no muy lejano, aunque sí lejos de aquí, una mujer con la que compartí unos casuales 8 minutos de mi vida. Mirada profunda, cierta timidez, y gestos dulces. No supe su nombre. A su entender, en muchas ocasiones, nos olvidamos de lo que somos en el momento en que empezamos a pensar en lo que los demás puedan percibir. Ella había sido pianista. Una pianista cobarde. Entregaba horas y horas de su tiempo al piano, soñando poder ingresar en una escuela algún día. No dormía hasta calcar las obras de artistas fundamentales en la Historia de la Música. La dificultad de las partituras no era nada para ella. Una auténtica máquina, según me dijo. Por lo visto, todo el mundo la tenía en un pedestal debido a su nivel. Sin embargo, cuando llegó el día de la prueba para formar parte de una de las mejores escuelas de España, los dedos no le respondían. Se limitó a tocar las obras más básicas y simples. Tenía miedo. "¿Miedo a qué?" (No pude evitar preguntarle). Y recuerdo que pensó la respuesta durante unos segundos, mirándome fijamente. Dijo algo así como: "Quienes me conocen, alaban mi habilidad. Pero ante un jurado desconocido, al que quiero por todos los medios causar buena impresión, se me olvida quién soy, y que soy buena en lo que hago." Finalizó su prueba, y el jurado consideró que su nivel no era lo suficientemente alto. Sueño roto. Cuando al año siguiente se armó de valor y quiso volver a intentarlo, no quedaban plazas.

Y ahora es cuando yo pienso la ridiculez que hay en olvidarse de uno mismo, de lo que realmente se es. O más bien ocultarlo a veces, sustituyéndolo por "amagos" de nosotros. A veces tengo la estúpida sensación de estar siendo juzgada, y no me concedo ni un sólo respiro. Si somos buenos en algo, o si nuestra forma de ser funciona, si es aceptada y normalmente gusta, ¿por qué cambiamos repentina y temporalmente en ciertos entornos? No creo que sea algo estrictamente voluntario, y sé que no siempre es fácil ser uno mismo. Pero que de varias facetas... mostremos la más floja, no es algo que esté permitido. No para mí.

Así nunca ingresaremos en la escuela de música.

lunes, 8 de marzo de 2010

Asimetría.

Para muchos, el secreto de la perfección se encuentra en el equilibrio de la balanza. Tener "un poco de cada" es lo que hace que la vida funcione. Si uno de los pilares presenta indicios de inestabilidad, la felicidad ya no es completa. Sin embargo, existe otro tipo de enfoque a la hora de valorar lo que se tiene, al cual soy más afín: Restarle importancia a las carencias y ser consciente de las posesiones, sean materiales o no.
Podría confundirse con una actitud ligeramente conformista. Tal vez lo sea. Aun así, veo correcto autoconsiderarse "feliz" (suponiendo que dicho adjetivo no sea una utopía) al tener cubierto tu mayor anhelo, a pesar de la posible escasez de otros recursos.
Sí es cierto que si todos los aspectos concluyen favorables, la vida es un constante disfrute. Pero también lo es si aquello que consideras como "lo prioritario, necesario y fundamental" se ve en tu día a día del mismo modo que los adornos en el Barroco: despampanante.
En definitiva... el desequilibrio puede ser a veces un perfecto modo de vivir.

viernes, 5 de marzo de 2010

George.

Peroperoperoperopeeeeeeero...
Con razón siempre fue mimásmejor Bítel.



martes, 2 de marzo de 2010

Under my skin.

El día me regala su luz, y su oscuridad la noche.
Entre tanto
, violines y arpas parecen parpadear paulatinamente. El aire acaricia los rostros en señal de afecto, y las golondrinas no temen volar por nuevos cielos. En otros menesteres nos hallamos los que intangiblemente poseemos la capacidad de vuelo. Contar con los dedos los días que faltan, detenerse a recordar cada milésima de segundo, productora de sonrisas involuntarias, hasta caer en un profundo sueño, inundado de nítidas imágenes reminiscentes. Y despertar con la misma sensación, los mismos pensamientos. Y que nada cambie.