Habla y habla, muchacho, tus palabras serían halagos en el siglo pasado.
Pero no encuentran cabida en esta época, donde sólo un canal existe y sólo un balcón contemplo.
Habla, muchacho, repite esas pretensiones para las que no poseo respuesta.
Respuesta que aporte alivio o tranquilice tu ansiedad. Correspondencia.
Cuéntame o escribe tus motivos, tus razones. No te creo.
Ya basta, es inútil. Coge tus palabras y vete, que muchas te esperan.
Pero no yo.
Entierra tu insistencia y mantén la cabeza alta. No quisiera romper tu seguridad en mil pedazos.
Ya tienes la respuesta. Vete. Déjalo ya.
Habla, muchacho, pues eres libre de hacerlo.
Pero no llegues a ruegos indeseados, ofertas irrelevantes.
No llegues a perderte en lo imposible.
Porque tus palabras serían halagos en el siglo pasado, pero no encuentran cabida en esta época, donde sólo un canal existe y sólo un balcón contemplo.
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