miércoles, 15 de septiembre de 2010

Still.

Despierto envuelta en la incertidumbre de lo real de mis sueños. Tengo recuerdos cuya veracidad es dudosa y concluyo en considerarlos oníricos, como probablemente sean. Y es que los sueños son como mi realidad. Y mi realidad es como un puro sueño. No recuerdo en qué momento comencé a sonreir interiormente de una forma permanente. A momentos se exterioriza, y me pregunto cómo se verá desde fuera. Es más que posible que se perciba con claridad lo que navega en mi interior, tan sólo con mirarme, con escucharme al hablar. Ya no son palabras, es todo melodía. Y mirar se ha convertido en una exportación de luz, mis ojos son focos. Si me sonríen, pagaré con la misma moneda, pero con el triple de capital. Siempre, ahora, aunque encuentre oscuridades en el camino, y ruidos, y miedo, hay una mano que coger y apretar con fuerza hasta que comience a amanecer, y después. Por el contrario, cuando todo es luz, puedo sentirme en la más maravillosa escena. Con la mejor compañía posible.
Y es, una de esas sonrisas, la que se produce en mi cara cuando florece una y otra vez la seguridad de que no hay posibles fisuras, de que siempre consideraré esa luz como el mayor regalo jamás recibido.

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