domingo, 9 de junio de 2013

Aquí están las lágrimas de nuevo.

Introducirme en su mundo fue uno de los grandes privilegios de la vida. Aprendí música, sexo, y vulnerabilidad. Y belleza, y tranquilidad. Amor. Descubrí el amor.
Fue lo más bello. Abrí las puertas por primera y única vez.

Ofrecí esto que tengo aquí, a cambio de eso que él tiene ahí. Y lo mezclamos todo y salió algo extraordinario que no se repetirá en ningún caso particular, en ningún rincón del mundo.

Pero la condición humana más penosa tiene el defecto de estropear lo que está bien. Y la incapacidad de volver a arreglarlo, dejándolo todo en un recuerdo de lo que fue y un sueño de lo que podía haber sido. Y la profunda tristeza de no haber valorado lo especial del asunto, despedazándolo y tirándolo todo por tierra. De haber actuado de modo contrario a lo que el corazón sentía. De haber creado una falta de correspondencia entre el amor que procesabas y la conducta que adoptaste. De cagarla por completo.

¿Por qué? ¿¡¡¡Por qué!!!?

Desconozco si algún día una persona puede llegar a perdonarse a sí misma por el mayor error de su vida. A perdonarse de verdad. No a seleccionar lo que quiere recordar y lo que no, y fingir que ya ha pasado.

Quizás para estar en paz con uno mismo, se debe recibir lo mismo que se ha dado. Y cuando el karma llegue y devuelva el golpe, entonces quizás sea el momento de decir: "bien, por fin puedo seguir adelante, ya he obtenido lo que merecía."

Hasta entonces, todos los triunfos parecen inmerecidos, cuando en lo único importante te convertiste en un auténtico FRACASO.


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