lunes, 1 de agosto de 2011

Las bandas sonoras de la vida.

Recuerdo cómo hacía tiempo que habían quedado atrás los treinta grados negativos. En el mar comenzaban a manifestarse grietas cada vez mayores. Una mañana, el hielo decidió que era hora de dar paso a la primavera. Los cisnes. El sol.

Mientras la nieve se derretía contra su voluntad, el coche que cada viernes me ayudaba a conocer una pequeña parte de Suecia se inundaba de música más que adecuada. De ensueño.

Hoy, más de dos meses después, he vuelto a escuchar las canciones. En otro país, en otra situación y bajo otros sentimientos.

Y automáticamente... me he transportado a la curva de Klockestrand, donde terminaba el viaje de ida, al girar para llegar a la diminuta isla de Sandö. La música permanecía en mi cabeza durante toda la mañana.





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