Mientras la nieve se derretía contra su voluntad, el coche que cada viernes me ayudaba a conocer una pequeña parte de Suecia se inundaba de música más que adecuada. De ensueño.
Hoy, más de dos meses después, he vuelto a escuchar las canciones. En otro país, en otra situación y bajo otros sentimientos.
Y automáticamente... me he transportado a la curva de Klockestrand, donde terminaba el viaje de ida, al girar para llegar a la diminuta isla de Sandö. La música permanecía en mi cabeza durante toda la mañana.
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