- ¿Por qué?
- Es increíblemente atractiva.
Los ojos se clavaban, dos a dos, como lanzas ardientes y frías, contraste. En ocasiones las miradas se desviaban hacia la boca y volvían a ascender con el objetivo de no otorgar protagonismo al atrevimiento y la pasión. La conversación contenía información profunda y adictiva, completamente inesperada, parecía incluso planificada. No era imaginable compartir tantos intereses. Entonces es cuando vi en ella la expresión de necesitar huir, de susto, de no querer comprometerse a acabar con la espontaneidad que había protagonizado aquel diálogo magnífico. Con su habitual suavidad, dulzura y sonrisa, se despidió.
- ¿De verdad quieres volver a verme? -dijo él.
- Sin planificar. Todo sin planificar.