miércoles, 14 de abril de 2010

Asumiendo la pérdida. Ya definitiva.

Acaso es dolor, o acaso añoranza, mi sensación al pisar el asfalto que conforma tu calle. Acaso lo que impide a mis ojos dirigirse a la ventana de tu dormitorio sea una orden proveniente del corazón. Aquellas tardes de Viernes han desaparecido. Como tú. Desaparecido como nuestra risa común, causa o consecuencia de lo que entonces era considerado como una eterna e irrompible amistad. Mi incapacidad de dar un paso sin que tú lo dieses a la vez, fue recíproco durante un par de lustros. Tiempo en el que reuniste las, aparentemente, suficientes razones como para soltar mi mano y caminar sola. Duro golpe. Logré, a pesar de las grandes dificultades, emerger del fondo. Pruebas que hay que superar.
Llámame valiente, si digo que desde ese mal sueño, aquella risa común no ha vuelto a tener carácter sincero. Tu ceguera me ha hecho perderte (te ha hecho perderme) progresivamente, no necesitarte, prescindir de ti, casi olvidarte. Pero, sin embargo, no trato de evitar mi indiferencia. Prefiero la tristeza que supone el hecho de que no causes en mí ni la más mínima reacción, a repelerte. Siempre podrás recuperarme, a pesar de no merecerlo, porque jamás se me ocurriría anteponer a ti lo que tú antepones a mí.
Amiga.

2 comentarios:

  1. Espero haberme expresado en mis explicaciones matemáticas de hoy tan bien como te expresas tú por aquí. No sabía que tenía una compañera de clase escribidora ;-)

    ResponderEliminar
  2. cuantas veces pasan cosas como esta...todos tenemos en la mochila recuerdos maravillosos que, gracias al "concepto ajeno de amistad" se han convertido en contras de una sonrisa.

    ResponderEliminar