En medio de nubes de humo (Marlboro,Camel,qué se yo), palabrería absurda y constante pérdida de control, un buen ejemplar de raza aria. Mirada firme, sólida. Al igual que la mía. Curioso el intercambio de las suyas con las mías. Las suyas. Las mías. Pero no "las nuestras".
Mantengo las distancias procurando no levantar sospechas. Todo parece formar parte de una estrategia. No sabré que se trata de tal hasta unos días más tarde. (Las jugadas y metodologías suelen establecerse a priori. En mi caso,no.)
La coyuntura no puede ser más favorecedora y, además, dispongo de ciertas "cheerleaders". Nada que ver con los bombones de la NBA, pero para qué nos vamos a engañar, nunca me han hecho falta.
Acaba de perderse el contacto visual. Nada grave. La noche tan sólo está dando sus primeras pinceladas. Pido otra. Y con ésta, ya van... Bueno. Va una más. Después de unos doce tragos y el adiós a los que ya se retiran, lo veo todo más claro.
Ahora no hay distancias preventivas. No hay miradas esporádicas. Sino cierta resolución, llegada a meta, consecución, conclusión... como veas.
Y a pesar de no compartir ideas hitlerianas, siento el deber de reconocer el encanto de... el ario.
Qué interesante, para ser desinterés.
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