viernes, 18 de julio de 2014

Anoche te añoré.

Cuando es de noche y hace frío, y las personas no me interesan.
Ni la vida, ni la sensación de libertad o de falta de la misma...
Entonces te recuerdo con más fuerza, y quiero hablarte, y decirte, y contarte.
Darte millones de besos, sólo porque, de algún modo, sigues siendo mi hogar. Como cuando me resguardaba entre tus suaves brazos y entonces, te lo puedo jurar... todo lo demás dejaba de existir.

Eres el hogar lejano en el que ya no habito, pero al que extraño día y noche, sea de manera consciente o no.

Reprimo mis impulsos y me limito a darte las buenas noches en voz baja, esperando que recibas el mensaje, estés donde estés. 

Y entonces mis sueños, que no dan tregua, te recogen y te traen. Y aunque el despertar estropee la magia de tenerte enfrente de mí, y me recuerde que no eras más que un sueño, ya no siento tristeza.

Siento felicidad de verte en mis sueños y disfrutar de tu preciosa cara, tu piel clara. Aunque sea durante un momento, y en un mundo paralelo irreal. 

Muchas veces me pregunto cuándo dejaré de pensar en ti. Pero ya voy comprendiendo que llevas aquí dentro tanto tiempo, que difícilmente podrás desaparecer. 

Porque sigues siendo mi hogar y siempre vas a formar parte de mí.


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