viernes, 16 de mayo de 2014

You shook me like nobody, fooled me like nobody.

Russian Red dice de su Casper que la agitó como nadie. Que la tomó el pelo como nadie, everyday.

Una vez conviví con un Casper. No se llamaba así, pero tenía la voz como tal. Y también agitó mis adentros como nadie. Como si tuviera un generador de terremotos en las yemas de los dedos. Al rozar mi cintura, subirme la falda o curiosear mi escote, solía provocar un seísmo de esos que duran un instante, y terminan expandiendo su efecto para siempre. Todavía puede sentirse el temblor en el órgano que late. Y en el músculo encargado de sonreír, así como en lo que sea que genere las lágrimas cada vez menos ocasionales. Ya no son ríos, solamente ligeras gotas que caen hasta impregnar la oreja cuando estoy en posición horizontal. Porque jamás me ocurre manteniéndome en pie.

Ese Casper decidió instalarse en mi cerebro indefinidamente, sin existencia posterior de antivirus exitosos que logren eliminar su asentamiento. Y no es que me estorbe, por mí puede quedarse. No obstante, le toca compartir refugio con la sensación de que quizás nunca debió desaparecer de mi vista. De que quedaron en el olvido millones de asuntos pendientes. Mudarse a Chile, formar un dúo musical, o construir una casa en medio de las montañas. Con una cama inmensa sobre palets, bañera en la habitación, pizarra en la pared de la cocina, cajas de bombones invernales, y de naranjas. Carpintería, maletines de pinturas, lápices. Tocadiscos en el salón, ordenador, cámaras de fotos, puzzles, altavoces potentes. Una buena moto en el garaje...

Y su bicicleta para montarse y producir esa imagen angelical que me asalta cada uno de los días de mi vida.
Sin excepción.

No puedo creer que la memoria sea tan sumamente poderosa. Que por ello me halle aquí anclada en recuerdos esfumados en la línea del tiempo, pero existentes para siempre en mi cabeza. Todo está terminado. Estoy sustituida. Y ahora este tránsito actual es menos colorido, pero precisamente me agarro con fuerza a los recuerdos, porque son lo único que me da constancia o que me asegura que la vida puede ser mejor, o más interesante. Compartir siempre lo es. Ahora sé que hubo un momento en el que era bastante feliz y no lo sabía. Por fin vuelvo a serlo, pero de distinto modo. Y entonces, cuando algo maravilloso vuelva a ocurrir, sabré qué hacer. Sabré que tengo que aprovechar y valorar, hacer las cosas que mi corazón me indica. Emplearé lo que he aprendido a base de errar: Ofrecer a las personas el tratamiento que va en concordancia con el amor que siento hacia ellas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario