Cómo ibas, iba, ¡íbamos! a saber cuán cierto era aquel 'siempre'. De golpe lo pronunciaron mis labios... cuando mi corazón, a punto de alejarse de ti, todavía latía por tenerte. Esta mente me alejaba de tu piel, de nuestras noches, mientras mi amor te pertenecía completamente.
"Te voy a querer siempre". Pero mis deseos más intrínsecos esperaban lo opuesto: dejar de hacerlo pronto, algún día. De ese modo, lograría no añorarte más, y sincronizar así el corazón con la mente. Por tanto, y a pesar de amarte locamente, ese 'siempre' tenía, en mi pensamiento, una esperada fecha de caducidad.
"Te voy a querer siempre"... Y yo no sabía, amor, que cien vidas después descubriría la certeza total de aquella declaración.