domingo, 1 de septiembre de 2013

Quizás.

Subo el volumen para apreciar mejor la voz de Sinead O'Connor. Mi altavoz habla mientras el vecindario comienza a cerrar los ojos, despidiendo el día que ya finaliza.

"... but nothing, I say, nothing can take away these blues". 

Las responsabilidades no escogidas me abruman, me coartan la libertad de disfrutar en este momento, aquí, o en el lugar que me apeteciese. No puedo hacer lo que deseo. Debo hacer lo que el deber ha impuesto. Y no quiero, no es el momento.

Entonces ráfagas de pensamientos van y vienen, y me distraen de lo que se supone que debería ser el foco de mi rutina ahora. Estudiar, estudiar, memorizar por memorizar sin entender nada. Estoy harta. No quiero ni imaginar cómo sería si de verdad emplease las horas adecuadas.

Y de qué sirve. Por qué este estrés estúpido e innecesario. Y esta soledad inmensa. Estoy harta.

Preferiría perderme entre sábanas. Encontrar de repente una mano ajena en medio de ellas. Y reír, hacer el amor, comer chocolate, beber, disfrazarme de algo raro y bailar para ti. Imitar a alguien.

Me apetece tumbarme en la mitad de la carretera y levantarme al advertir un coche.

Hacernos un tatuaje a las cinco de la mañana y sentir el escozor al día siguiente.
Y ver cómo ríes en lo alto de una noria mientras el pelo se te levanta para atrás.

Robar una bici en cualquier parte e ir a un parque a beber agua.

Y al borde del amanecer, pensar que la noche ha sido el escenario de nuestras voluntades. De nuestra propia libertad. Que el resto del estúpido planeta va a amanecer sin tener ni idea de que hemos sido reyes durante horas, escapando de las luces de los faros, de los flashes de las cámaras, de los juicios.

Que la vida ha sido un sueño durante un tiempo... eso lo sé.

Y ahora sólo me pregunto por qué esta noche no puedo ser reina.
Por qué hay jerarquías y órdenes superiores en mi vida.

Por qué.
Por qué.

Por qué.

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