Y al final se compuso acerca de mí una verdad a medias que no logré defender.
Y seguro que contribuí al malentendido, por no ser clara con cada detalle.
Algunas cosas eran ciertas. Pero no todas. Todas no. No siete, ni innumerables. No.
Grave de todos modos. Pero no es lo mismo.
Y hasta el alma gemela, o sobretodo el alma gemela, mejor dicho, esparció los pedazos de mi nueva y despreciable fama por todas las puertas de la ciudad. Ahora comprendo las miradas de rechazo. Las palabras de repudio y la poca añoranza hacia mí.
No fue así, muchacho, no fue así. Ojalá algún día pudiese explicárselo todo de nuevo, pero esta vez bien. Porque contribuí al malentendido. Y entonces sabría que aunque tropecé con la misma piedra, el número infinito que él considera como cierto no puede estar más lejos de la realidad.
Pero quizás ya es tarde para eso.