Muerde mi piel en distintos puntos y me inyecta unas dosis de yonoséqué.
A partir de ese momento empiezan a esparcirse por mi sangre hasta llegar al corazón, y ya no hay vuelta atrás. Una se convierte en adicta una vez más.
Entonces echa a caminar de ese modo tan simpático mientras mis ojos le observan. Qué sonrisa se me compone.
Y la atracción.
Como un imán. Cuanto más cerca, es como mayor la fuerza, y el apego, y el remolino que nos empuja hacia el interior e impide que salgamos.
Pienso que los mordiscos no me permitirán escapar, nunca.
Confío.
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