Noviembre de 2015.
A pesar de la situación que atraviesa Grecia, la cual se aprecia a simple vista en sus calles y carreteras, su belleza es innegable. El mar de Atenas es cálido, liso, suave, relajado. Las casas, blanquitas y azules. Cuadriculadas. Atenas es un escenario precioso, lleno de templos, teatros, estadios, y esas bonitas casas, que pueden verse en todo su esplendor desde el monte Lykavittos.
También conocí otras ciudades más pequeñas en el norte del país, como Karditsa, y el increíble entorno de Meteora, un lugar único en el mundo.
El sol tiene un tinte asiático que convierte el paisaje en una vista exótica y nueva para los visitantes como yo. Los griegos son amables y abiertos, como ocurre, por regla general, con los demás países del sur de Europa.
Ha sido uno de los viajes más apasionantes de este año, con un componente espiritual o histórico, llámalo como quieras, que no pasa inadvertido.
Jamás me olvidaré de todo lo que tuve oportunidad de ver, degustar y sentir.
Hasta siempre, Grecia.